martes, 24 de febrero de 2009

Durante la lluvia



Aquel día llovió en la tarde. Yo Estaba en clase de filosofía del lenguaje, en uno de los salones del fondo del edificio anexo.
El único panorama que se podía observar desde ahí era el estacionamiento, y más a la distancia el cerrito de mi vieja escuela. La lluvia derivó en tormenta, el fondo gris y turbulento del cielo contrastaba con el verde, aún nítido, de la vegetación.
Oscurecía y caían rayos. Se fue la luz y la clase se pospuso. Cayó muy pronto la noche dejando velozmente el atardecer. Decidí andar por los pasillos. La oscuridad era casi total y me sentí fantasma. Era una experiencia placentera. El entorno estaba lleno de siluetas que no distinguía.
¿Gabriel?, me preguntaron un par de veces en medio de las sombras, tratando de distinguirme en la oscuridad; y divertido, yo contestaba con voz serena: "no... soy un fantasma"; entonces ya no cabía duda: por alguna razón me habían percibido a pesar de la oscuridad, y eso me gustaba. En un ámbito saturado de espectralidades, a veces, sólo los fantasmas tienen presencia. Entre las sombras sólo lo incorpóreo es perceptible.
Y generalmente los fantasmas nocturnos andan en búsqueda; búsqueda de delicados enlaces, "el cruce de dos transparencias", compartiendo la amplitud de la noche infinita.

Gabriel Sorel

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