martes, 24 de febrero de 2009

Mi Amiga


Blanca mira el atardecer por el ventanal como todos los días, su figura es tan perfecta y delicada que literalmente adorna el salón estilo victoriano, ahora iluminado por los últimos rayos de sol.
Se sobresalta cuando entra Inés enfurecida, ella se da cuenta que ha interrumpido la meditación diaria de Blanca; la voz agitada de Inés resuena rompiendo aquella armonía.
Sí, ya sé que cada atardecer para ti es único, pero tienes que escuchar lo que me pasó:
Rubén, me dijo que estaría trabajando en su proyecto y que eso no le dejaría tiempo para asistir a la exposición, pero todo era mentira, lo he descubierto en el bar mirando el partido de fútbol rodeado de sus amigos. Si, ya sé, que este chico no me conviene, que las malas lenguas dicen que es inconstante, informal y por demás inmaduro.
¡No me mires así!, lo reconozco; pero el que te llame mi psicoterapeuta no quiere decir que dejes de ser mi amiga, que esa complicidad que nos da el ser chicas desaparece sin más ni más.

¿No es así?

Discúlpame, me siento muy alterada, lo quiero tanto que me frustra saber que tal vez nunca llegue a madurar lo suficiente para convertirse en el Príncipe Azul que tanto he soñado.
Bueno, aunque digas que son cursilerías, te he visto repetidas veces teniendo frente a ti las novelas de Elinor Glyn y eso es literatura de ficción erótica, así que tú también tienes lo tuyo, aunque yo tenga mis errores de personalidad.

¡Me fastidia que seas “doña perfecta”!

...vale, discúlpame, mira, eres una gran amiga, inmejorable psicoterapeuta, paciente y comprensiva, es más, te confieso que me pareces tan bonita, que muchas veces he pensado que serías la modelo ideal, de esas que anuncian comida, shampoo, accesorios, ¡qué sé yo!

¿Ves? Ahora ronroneas gustosa, ese movimiento de tu rabo te delata, ¡anda vamos!, te daré croquetas y un plato con leche fresca. Eres única querida Blanquita.


Ro
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