miércoles, 8 de febrero de 2012

Escribir Cuento de Terror 6


El ambiente o atmósfera
Joan Escudé González

La atmósfera, para Lovecraft5, es un elemento decisivo en la factura de un relato verdaderamente preternatural; y es que si el autor logra despertar en nosotros un profundo sentimiento de pavor y una sensación de angustia al emplazarnos ante lo desconocido, poco importa que en otros aspectos fracase, pues habrá logrado su principal objetivo. Mediante la creación de ambientes adecuados y el cuidado en su presentación, el lector va penetrando en el relato como si de la realidad se tratase, y va recibiendo una serie de sensaciones que le permiten vivir la historia de manera auténtica, metiéndose de lleno en ella.

La creación de ambientes ha ido variando a lo largo de la historia de la literatura fantástica de acuerdo con los gustos del público lector. Al principio, en los primeros relatos, de argumento simple, se creaban ambientes propicios al miedo. Eran puertas que chirriaban, pasos furtivos alrededor de la media noche, proyecciones de sombras grotescas y un sinfín de elementos que presagiaban, poco a poco, un terror incontrolable, porque provenía de algún poder que estaba más allá de la capacidad de comprensión humana. Más tarde, se impuso un ambiente realista para hacernos sentir como si estuviésemos en nuestra propia casa, pero cuando el confiado lector se encontraba cómodo tras reconocer todo cuanto se le describía, una serie de fenómenos, que al principio podían atribuirse a la casualidad, iban distorsionando esta atmósfera familiar, de forma casi imperceptible, hasta que el terror dominaba por completo la escena. Por contraste, el efecto resultaba más fuerte.

En opinión de Howard Philips Lovecraft, la consecución de una buena atmósfera creíble pasa por la «estudiada elección de frases y palabras cadenciosas y un minucioso y selectivo cuidado en los mil y un detalles casi invisibles que se agregan al trasfondo realista».

La atmósfera es, como todos sabemos, invisible, a pesar de lo cual le atribuimos muchas propiedades. En literatura es, además, responsable del juego delicioso que entablamos con el miedo y con la necesidad imperiosa de seguir leyendo para conocer el final. Placer difícil de explicar y, sin embargo, fácil de entender con aquella famosa frase de Madame du Deffand: «¿Cree en los fantasmas?» -le preguntaron- «No, pero les tengo miedo» -fue su respuesta.

Los ambientes más usuales

Es evidente que muchos de los típicos relatos de terror de la época clásica se ambientaban en lugares más o menos comunes entre ellos. Es evidente que habrá excepciones que se aparten de la norma, pero, precisamente en eso consiste la rica variedad que los autores clásicos han sido capaces de crear. De hecho, como nos muestra la denominada tendencia realista de la literatura fantástica, el terror nos puede asaltar a plena luz del día, en cualquier momento y lugar.

La mayoría de los relatos trabajados, sobre todo los pertenecientes al género de la ghost story, están ambientados en bosques sombríos y profundos o en grandes casas o mansiones victorianas, algunas veces en ruinas, donde los fantasmas caminan a sus anchas por tapizadas habitaciones, pasadizos secretos, oscuras buhardillas y húmedos sótanos.

No podemos olvidar el famoso castillo en ruinas de la novela y el cuento gótico, situado en inhóspitos parajes desolados y rodeados de una especie de permanente neblina que ambienta lúgubremente la acción.

En general, podemos concluir que los escenarios más utilizados son aquellos en donde es más difícil conocer. Es decir, el miedo más intenso es el miedo a lo desconocido, por tanto, elementos que impidan conocer tales como la oscuridad, la niebla, la lejanía, la inmensidad, serán constantes en los escenarios donde se desarrollen los relatos.

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